La fórmula de la belleza o el misterio de Fi

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DIVINA PROPORCIÓN, SECCIÓN ÁUREA O RAZÓN DE ORO, LA MATEMÁTICA DE LA BELLEZA

bellezaAudrey Hepburn, es uno de los paradigmáticos ejemplos de belleza que encaja al milímetro con la máscara Marquardt, como puede verse con la proyección sobre la parte en sombra de su rostro

La belleza ¿es aquello cuya contemplación produce placer, exaltación de los sentidos…? ¿o es algo más? El concepto no es absoluto, inmutable, único; está lleno de subjetividad, adquiere un rostro polifacético según épocas, culturas, países, y frecuentemente conviven modelos antagónicos en esencia.

Al margen de consideraciones puramente estéticas, a menudo se asocia el concepto de belleza al de bondad en contraposición al binomio fealdad-maldad, o al paralelismo establecido entre lo feo y útil, y la hermosura de la inutilidad.

Centrándonos en el ámbito artístico y en la cultura occidental, otros conceptos ligados a la belleza han sido objeto de estudio por parte de los diversos artistas, en todas las épocas: belleza, arte, naturaleza, inspiración, armonía… sutilmente enlazados desde la antigüedad.

En la escuela pitagórica es donde comienza a estrecharse el vínculo entre cosmología, matemáticas, ciencias naturales, estética y música, y de donde surge una concepción estético-matemática del cosmos. Las cosas existen porque están ordenadas, y están ordenadas porque en ellas se cumplen las leyes matemáticas que son, a la vez, condición de existencia y de belleza.

Siguiendo esa visión, las proporciones de la belleza pueden expresarse mediante formulación matemática: «la Divina Proporción –o Número Fi (f)– se halla en la naturaleza y en la creación: las proporciones humanas, algunas plantas como el girasol o las conchas de algunos moluscos siguen sus leyes. Por ello se le considera la proporción de la belleza. Es igual a (1 + √5)/2, es decir, 1.6180339887, y se suele expresar como f=1.6180»

Cientos de estudios científicos de diferentes disciplinas recogen cómo esta proporción se repite con sorprendente frecuencia en diversas estructuras naturales, y por ende en el arte y la arquitectura. Este conocimiento pasó de Egipto a Grecia y de ahí a Roma. En el Renacimiento, Leonardo da Vinci le aportó el término Número de Oro y posteriormente se habla de ella como Proporción Áurea o Sección Dorada, que es aquella que produce una armonía lineal, un equilibrio en la desigualdad más satisfactorio que el de cualquier otra combinación. (Ver artículos de Ciencia y Visionarios)

La máscara Marquardt
Esta armonía se muestra de forma natural en muchos lugares. Uno de ellos es el rostro humano, que incorpora la sección áurea en sus proporciones. Con este conocimiento, se han realizado experimentos para verificar si los rostros considerados más bellos se acercan más al número Fi que los del resto de la población, lo cual explicaría porqué nos transmiten belleza. Tomando esto como referencia, el doctor Stephen R. Marquardt de la Universidad de California (UCLA) creó el concepto de máscara de la belleza, que empleaba las matemáticas para tratar de medir las proporciones del rostro. Rapidamente su nombre se hizo famoso, tras comprobarse que sus máscaras (en versión hombre y mujer) resultaban muy útiles a la hora de realizar intervenciones de cirugía facial.

El diseño de Marquardt permite, al ser aplicado sobre el rostro, detectar las diferencias existentes entre la máscara y la cara, dejando ver cuán perfecta es. Como recientemente recogía Vanity Fair, la genialidad de Marquardt se comprueba al aplicar su máscara a rostros bellos de todos los tiempos, desde Nerfertiti a Bo Derek. Además, a bellezas contemporáneas como Leonardo DiCaprio, la modelo Bar Refaeli, Johnny Depp, Rania de Jordania, Marilyn Monroe o Angelina Jolie, la máscara les sienta como una segunda piel.

El hombre de Vitrubio de Da Vinci describe cuáles deben ser las proporciones del cuerpo humano sobre reglas áureas en las que se repite en extremo el número Fi. Otros artistas del Renacimiento, además de Leonardo, plasmaron la belleza mediante la sección dorada. El nacimiento de Venus de Boticcelli (1486) es un claro ejemplo, como analizó posteriormente en el siglo XIX Theodore Cook, mediante su escala simple de divisiones áureas aplicable a la figura humana, y que encaja magistralmente sobre la Venus.

En la historia del arte y sus obras más representativas encontramos el numero de oro en la Gran Pirámide (Keops), la fachada del Partenón, la catedral de Notre Dame de París, el Palacio de Bagdad, el Martirio de San Bartolomé de ZurbaránUccello, Piero de la Francesca, Rafael, Miguel Ángel, Leonardo, Durero, Vermeer y más recientemente Mondrian, Klee, Dalí o Torres García, por citar algunos, lo han utilizado. Los rostros más bellos de la historia se enmarcan en sus proporciones. La belleza de todos los tiempos, desde la perfección de un caracol hasta la hermosura cósmica de una galaxia, todos cuadran con un patrón definido: 1.618.

Es interesante comprobar cómo, si nos hacemos a nosotros mismos la prueba de la divina proporción, observaremos que en la mayoría de los casos nos aproximamos al número Fi, es decir a 1.618

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