Mi ‘smartphone’ y yo

Por
Autor: Gustavo Hermoso

¿NECESIDAD O DEPENDENCIA

Una suave melodía despierta a Lucía. Son las siete de la mañana y unos sonidos apenas audibles la sacan del sueño de forma apacible. La joven empresaria se enfrenta a un nuevo día de trabajo junto a su asistente inseparable, su smartphone de última generación, que la acompaña durante toda su jornada.

Despertarnos con suavidad es solo una de las muchas posibilidades que ofrecen los smartphone, pequeños e inseparables compañeros, llenos de tecnología e ingenio, que forman parte de nuestra vida cotidiana.

En apenas unos pocos centímetros se concentran desde una cámara de alta resolución hasta una práctica linterna. Su corazón de silicio permite conexiones de alta velocidad y la gestión de una infinidad de programas para hacernos la vida más fácil y sencilla. Agenda, reloj, Internet, correo, editor de texto, vídeo, retoque fotográfico, navegador vía satélite… la lista es interminable.

Están revolucionando nuestras vidas o mejor dicho, la forma de comunicarnos. Delegamos en nuestros compañeros digitales el recuerdo de las fechas de cumpleaños o las recetas de cocina preferidas. La simpleza de manejo es tal que casi para cualquier cosa nos llevamos el celular a la mano y hacemos una búsqueda en Google.

La mensajería instantánea ha liquidado a los sms y la facilidad de acceso a las redes sociales, ha acabado prácticamente con nuestra intimidad.  Casi todas las aplicaciones instaladas recaban información sobre qué hacemos, dónde vamos, con qué frecuencia utilizamos el dispositivo y para qué.  Cada vez que el teléfono se conecta a internet, es decir, casi permanentemente, lanza información de dónde estamos.  Algo muy útil para las empresas que rastrean conductas y hábitos de vida, pero que dilapida nuestra privacidad.

Sí, son útiles, tanto como para hacernos olvidar la tabla de multiplicar o en vez de escribir, dictar.  Arrasan con el esfuerzo que supone memorizar un número, una dirección o un recorrido.  Ellos se encargan de todo y nosotros nos dejamos, incluso hasta par crear un nuevo entorno de comunicación personal, entorno muchas veces ajeno a la presencia física, ya que ¿quién no ha presenciado a un grupo de personas que hablan animadamente, pero no entre ellos, sino a través de un teclado táctil?

La tecnología, el avance científico es poliédrico.  Muchas de sus caras son amables, otras útiles, alunas resbaladizas y otras, oscuras.  Sepamos utilizar las posibilidades de los nuevos teléfonos para ser creativos, aprovechar el tiempo y disfrutar con nuestro seres queridos y no para embrutecernos embobados en cosas que muchas veces no sirven para nada, solo son lucecitas.


UN CORAZÓN DE COBRE, ORO Y SILICIO

Dentro de estos inseparables compañeros late un corazón que incansablemente bombea información y datos en forma de bits. Como si de un organismo se tratara, dispone de sensores que le dan información: oye, ve y hasta se podría decir que de alguna forma, siente. Su memoria es enorme, rápida y si no se acuerda de algo, lo busca en Internet. No duerme, no descansa, se repara y aprende por sí mismo y solo consume, a veces devora, electricidad almacenada en su batería. Mientras nosotros dormimos, él vela, se reprograma y espera a que llegue la hora acordada, entonces nos avisará y pasaremos otro día juntos.


 

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