Hoy no felicito a ninguna mujer por tener un día en el año especial para ella, cuando vivimos una época en donde hace menos de un mes quemaron una mujer, supuestamente, por estar endemoniada.
Donde, todavía en la actualidad, la prensa, la cual se supone que está expresamente para hablar sobre las libertades y denunciar la no igualdad de derechos, le pregunta sorprendida al presidente de Canadá que por qué dentro de su gabinete el 50% de él es mujer.
No tenemos que celebrar que este día se tomara como referencia por las muertes de 128 mujeres en una fábrica y de las tres mariposas dominicanas. No debemos conmemorar, cuando la tasa de feminicidio es más alta hoy que antes, simplemente porque la mujer ha logrado igualar ciertos derechos sociales. Una igualdad que todavía está entre comillas, porque hace menos de dos semanas un diputado de la Eurocámara en una sesión parlamentaria dijo que las mujeres no podían ganar igual que los hombres porque eran seres inferiores, con menor capacidad intelectual, más débiles y menos hábiles.
Qué celebrar cuando la ONU da una alerta porque en Rusia, país catalogado como de primer mundo, matan a una mujer cada 40 minutos por violencia de género y aún así se aprueba la despenalización de las agresiones domésticas.
Esto sin mencionar, todos los países en donde todavía la mujer tiene que luchar por poder elegir a su pareja, pues en la práctica los padres deciden organizar matrimonios desde su primera menstruación. O algo tan simbólico como los bolsillos delanteros de los pantalones de mujer que aún se hacen de lujos, pues se confeccionan con el criterio de que la mujer no debe de llevar dinero, concepto machista del siglo pasado.
No debemos de continuar celebrando un día internacional para la mujer. Lo que sí deberíamos es de ser conscientes de los logros alcanzados y de cuánto falta para disfrutar de una sociedad equilibrada e igualitaria en el tema de la igualdad de géneros. Un fin que no debería de ser alcanzado a través de la lucha pues es nuestro DERECHO.
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